Los intentos de Ecuador por contener la violencia de bandas en las prisiones aceleraron la expansión de Los Choneros, lo que llevó a la creación de bandas leales y dependientes.
REDACCIÓN INSIGTH CRIME
Jorge Bismarck Véliz España fue un hombre de grandes ambiciones criado en Puerto Arturo, sector de la población de Chone. Un centro poblado de unos 50.000 habitantes a 40 kilómetros tierra adentro del litoral Pacífico de Ecuador, Chone era un dinámico centro de comercio de ganaderos y agricultores.
En los noventa, Véliz España ganó fama de narco que no vacilaba en echar mano de la violencia para lograr sus objetivos, según un perfil publicado por El Diario. Algunos parientes suyos comenzaron a usar su nombre para cobrar deudas en la localidad. Su reputación le valió el alias de “Teniente España”, o simplemente “El Chonero”.
Para el 2000, Véliz España se trasladó a Manta, ciudad costera, la más grande de la provincia de Manabí. Iba persiguiendo una oportunidad. Por el puerto de Manta pasaba un flujo constante de cocaína procedente de Colombia, que bandas narco locales ayudaban a despachar desde el puerto o a transportarla por Manabí hacia el sur. Véliz España comenzó a unir esta empresa bajo el control de una agrupación criminal que tomó su alias, los Choneros.
Estos llegarían a ser una de las bandas más poderosas de Ecuador. Para 2011, el grupo tenía amplias redes dentro y fuera de las prisiones, las cuales usaban para controlar el tráfico de estupefacientes, manejar redes de extorsión y coordinar asesinatos a sueldo. El auge y la caída de su poder es una saga de alianzas oportunistas y viejas rencillas, una de las cuales le costaría la vida al Teniente España.
Una enemistad prematura, una alianza oportuna
El primer obstáculo para establecer su negocio en Manta fue la banda de los Queseros, una banda dedicada al microtráfico que ayudaba a coordinar algunos cargamentos de cocaína que pasaban por la región. Homicidios, secuestros, extorsiones y la enemistad entre los Choneros y los Queseros no tardarían en atraer la atención del país entero.
Pero eventualmente los Choneros tomaron ventaja gracias a las amistades correctas. El tráfico de cocaína ya estaba dominado por actores más poderosos, como el mayor narcotraficante de Ecuador, Washington Prado Álava, alias “Gerald”, quien tenía su residencia en Manabí.
“Los Choneros se dedicaban al robo de carros y motos, y a la extorsión […] Entraron en contacto con alias Gerald y ahí llega el influjo [la bonanza] económico”, declaró una fuente de inteligencia a la agencia informativa ecuatoriana Plan V.
Gerald tenía una historia parecida a la de Veliz España. Según una investigación de InSight Crime, se inició como conductor de lanchas rápidas que sacaban cocaína de Ecuador antes de construir un imperio sobre el tráfico de drogas con centro en Manabí. En la cúspide de su poder, Gerald enviaba tres o cuatro lanchas semanales, cada una cargada hasta con una tonelada de cocaína.
Sin embargo, Veliz España no viviría para llevar a los Choneros a esta nueva etapa. La disputa territorial con los Queseros puso un blanco sobre su espalda. En 2005, Véliz España sobrevivió a un intento de homicidio en el que murió su esposa y salió herido uno de sus hijos. Y en 2007, fue acribillado cerca de Quito, capital de Ecuador.
Una enemistad prematura, una alianza oportuna
El primer obstáculo para establecer su negocio en Manta fue la banda de los Queseros, una banda dedicada al microtráfico que ayudaba a coordinar algunos cargamentos de cocaína que pasaban por la región. Homicidios, secuestros, extorsiones y la enemistad entre los Choneros y los Queseros no tardarían en atraer la atención del país entero.
Pero eventualmente los Choneros tomaron ventaja gracias a las amistades correctas. El tráfico de cocaína ya estaba dominado por actores más poderosos, como el mayor narcotraficante de Ecuador, Washington Prado Álava, alias “Gerald”, quien tenía su residencia en Manabí.
“Los Choneros se dedicaban al robo de carros y motos, y a la extorsión […] Entraron en contacto con alias Gerald y ahí llega el influjo [la bonanza] económico”, declaró una fuente de inteligencia a la agencia informativa ecuatoriana Plan V.
Gerald tenía una historia parecida a la de Veliz España. Según una investigación de InSight Crime, se inició como conductor de lanchas rápidas que sacaban cocaína de Ecuador antes de construir un imperio sobre el tráfico de drogas con centro en Manabí. En la cúspide de su poder, Gerald enviaba tres o cuatro lanchas semanales, cada una cargada hasta con una tonelada de cocaína.
Sin embargo, Veliz España no viviría para llevar a los Choneros a esta nueva etapa. La disputa territorial con los Queseros puso un blanco sobre su espalda. En 2005, Véliz España sobrevivió a un intento de homicidio en el que murió su esposa y salió herido uno de sus hijos. Y en 2007, fue acribillado cerca de Quito, capital de Ecuador.
Maquinar la caída de un capo
El hombre que reemplazó a Véliz España fue Jorge Luis Zambrano González, alias “Rasquiña”. Oriundo de Manta, Rasquiña no tardó en establecer relaciones con Gerald. Los Choneros se convertirían en grupo armado a las órdenes de Gerald, encargado de la protección de sus cargamentos desde la frontera con Colombia y en todo Ecuador.
Dirigidos por Rasquiña, los Choneros comenzaron a desempeñar un rol importante en el tráfico de cocaína en Manabí, como apoyo en el envío de drogas hacia Estados Unidos, México y Europa, según el perfil de El Diario. Los reportes de policía y notas de prensa de la época muestran también que los Choneros iban extendiendo gradualmente su influencia a Los Ríos, en una provincia del interior con una ubicación muy central: Pichincha, que rodea la capital Quito; y Guayas, la provincia que alberga el principal puerto y destino de la cocaína en el país, Guayaquil.
La relación entre los Choneros y Gerald se debió en gran medida al éxito de un antiguo miembro de la banda, José Adolfo Macías Villamar, alias “Fito”, quien fue capturado en 2011 y siguió manejando sus actividades delictivas desde la prisión. Experto en lavado de dinero, a Fito lo acusaron de lavar las rentas del tráfico de cocaína de Gerald, con la supervisión de cargamentos de droga e incluso la logística de las paradas para abastecerse de combustible de las narcolanchas de Gerald, según investigadores ecuatorianos que trabajaron en el caso y hablaron con InSight Crime bajo condición de anonimato.
Este acuerdo duró hasta que Fito, junto con un capitán de la policía y su esposa, trazaron un plan para derrocar a Gerald. Le entregaron a Gerald información falsa que aseguraba que un obrero de la construcción había robado millones de dólares de las casas seguras del capo. El obrero fue brutalmente asesinado y el trío se aseguró de que la policía prestara atención al caso.
El caso puso al descubierto el alcance del imperio narcotraficante de Gerald, que supuestamente llegó a trasegar unas 250 toneladas de cocaína por Ecuador y el exterior. Lo arrestaron en abril de 2017 en Colombia y lo extraditaron a Estados Unidos en 2018, donde se encuentra purgando una pena de 19 años de prisión.
Los Choneros se apresuraron a llenar el vacío dejado por Gerald.
“Los Choneros tenían la estructura, la fuerza y los contactos necesarios para consolidarse como la banda narco más poderosa de Ecuador. Se tomaron el espacio que controlaba Gerald, quien fue acusado de comprar drogas a Colombia y Perú y de enviarlas hacia Norteamérica. Los Choneros tomaron el control de la estructura y el conocimiento”, como relató Mauro Naranjo, periodista ecuatoriano con amplia experiencia en el cubrimiento del crimen organizado, en entrevista con InSight Crime.
Un imperio sangriento tras las rejas
La cúpula de los Choneros estaba privada de la libertad desde 2011. Rasquiña había ido a prisión ese año, pero resurgió como líder de los Choneros tras una seguidilla de asesinatos. Fito recibió una sentencia de 34 años en 2011 por una cadena de crímenes, entre los que se contaban homicidios y tráfico de narcóticos, a partir de los cuales tramó la caída de Gerald. El tercero al mando del grupo, Junior Roldán, alias “JR”, estaba en prisión desde 2010 por su participación en varios homicidios.
Pero la prisión no les impidió crecer. Además de controlar desde allí sus operaciones de narcotráfico, se extendieron a la extorsión, los asesinatos a sueldo y el contrabando. Su poder se concentraba en tres de las mayores prisiones del país: la Penitenciaría Litoral en Guayaquil, donde Fito estaba privado de la libertad; en el Centro de Rehabilitación Turi, en la ciudad de Cuenca, sur del país, donde se encontraba Roldán; y en la prisión de Latacunga, donde se encontraba Rasquiña.
Pronto surgieron bandas leales a los Choneros en diferentes prisiones, las cuales ayudaron a controlar el narcotráfico en los alrededores. La más exitosa de esas fueron los Tiguerones —asentados en la provincia de Esmeraldas, al norte, cerca de Colombia, y uno de los puntos de salida secundarios más importantes para la cocaína— y los Chone Killers, que se posicionaron como el brazo armado de los Choneros, y ayudaron a pacificar a los rivales en el importantísimo puerto de Guayaquil.
El acierto de esa estrategia se debió en mayor medida a una política favorecida por las autoridades ecuatorianas: los traslados masivos de prisiones. El gobierno hacía campañas regulares para disolver las bandas carcelarias mediante la reubicación de los líderes de las bandas y de reclusos peligrosos en otras penitenciarías, pero esto tuvo el resultado contraproducente de extender su presencia a más centros carcelarios con la consiguiente creación de nuevas facciones.
Violencia y fisuras internas
Esta rápida expansión generó conflictos con otras bandas carcelarias, como los Cubanos y los Lagartos. La violencia en las prisiones se acentuó, con 49 homicidios en las cárceles ecuatorianas a lo largo de 2019. Pero es posible que en el exterior la situación fuera mucho más explosiva. En junio de 2020, por ejemplo, el líder de los Choneros, Rasquiña, fue liberado tras una reducción de su pena; en cuestión de meses estaba muerto, abaleado en la cafetería de un centro comercial, cuando entró a tomar algo con su esposa y su hija.
El presunto asesino fue detenido, pero no se sabe quién fue el determinador de la muerte. Algunos medios y reportes de policía apuntan a una conspiración interna de los Choneros liderada por Fito y JR, pero no hay evidencia que soporte esta teoría. En cualquier caso, la muerte de Rasquiña dejó ver profundas fracturas en la organización de los Choneros.
La violencia carcelaria volvió a agudizarse. En febrero de 2021, varias masacres en las prisiones de Litoral, Cuenca y Lacatunga dejaron al menos 79 presos muertos. Ecuador parecía carente de la más mínima preparación para estos amotinamientos, al igual que los Choneros. Sus dos subestructuras más numerosas, los Chone Killers y los Tiguerones, surgieron entre el caos como enemigos.
Peor aún, otros seguían el modelo de éxito de los Choneros: una banda conocida como los Lobos emprendió una nueva alianza entre bandas que despojó a los Choneros de valiosas rutas de narcotráfico. Incluso, parecían estar trabajando con organizaciones criminales mexicanas que por largo tiempo habían hecho presencia en el país pero nunca habían tomado parte activa en las disputas.
“Con Rasquiña muerto, cada comandante reclamó su liderazgo, envalentonados por el respaldo de las bandas mexicanas. Es ahí donde inicia la guerra”, señaló el periodista Naranjo.
Incluso los seguidores fieles de los Choneros comenzaron a alejarse lentamente. Mientras seguía aliado a los Choneros, JR creó su propia estructura, con el nombre de las Águilas.
La desaparición de los Choneros
La guerra entre bandas que surgió de allí, y que se extiende a la actualidad, ha sido el principal detonante de los aumentos más pronunciados en las tasas de homicidios en Latinoamérica, muchos de ellos en prisiones, donde por lo general radican los altos mandos y los centros de operaciones. Entre 2021 y 2022, fueron asesinados más de 419 reclusos en las prisiones ecuatorianas, muchas veces en sangrientas masacres con docenas de presos muertos a machete, con armas automáticas y con granadas.
Por fuera de las prisiones, el país registró un incremento de 82% en los homicidios a lo largo de 2022, con 4.450 muertes violentas. La guerra entre los Choneros en su ocaso y una federación rival liderada por los Lobos se ha extendido a todo el país. Alimentada por el dinero y las armas entregadas por sus aliados narcos mexicanos, las bandas de Ecuador se han vuelto más osadas, dejando cuerpos colgados de puentes o contratando sicarios para perpetrar asesinatos a plena luz del día.
Mientras tanto, los Choneros han sido desterrados en su mayoría de Guayaquil y de otros sectores, aunque siguen siendo fuertes en su lugar natal de Manabí. Su liderazgo se vio aún más debilitado tras la muerte a tiros de Roldán en Colombia en mayo de 2023. Mientras Fito sigue en prisión, los Lobos han ocupado el lugar dejado por él.
“Fito se esconde en la penitenciaría de Guayaquil, con temor por su vida. En los dos últimos años, los Lobos han ganado más territorio dentro y fuera de las prisiones. Además del narcotráfico, han incursionado en la minería ilegal en distintas provincias. Han desplazado a los Choneros y tienen la hegemonía”, comentó el periodista Arturo Torres, citando distintas fuentes policiales.
Esa «hegemonía» no ha llevado a una reducción de la violencia en el país, pues los homicidios subieron a la alarmante cifra de 74% en el primer semestre de 2023. Incluso grupos más recientes sin nexos previos, como los R7, se han levantado para desafiar a los Lobos y a los Choneros.
“Estos grupos operan con base en resultados, y el más eficiente es el que gana», observó Naranjo. “Y si un día los Choneros dejan de existir, otro grupo tomará su lugar”.