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El oro no tiene semilla

Tiempo de lectura: 3 minutos

¿Qué harías si, ‘de la noche a la mañana’, te llueven cientos de miles de dólares gracias a la minería ilegal? Esto le pasó a la comunidad shuar de Shaim, en la Amazonía ecuatoriana. Tuvieron lujos y excesos, ahora sólo les queda la pobreza y un territorio devastado. Esta es la historia de lo que pasa cuando el oro se acaba.

POR: GABRIELA VERDEZOTO LANDÍVAR, CON EL APOYO DE EARTH JOURNALISM NETWORK.

Las familias de Shaim, una comunidad shuar en la Amazonía ecuatoriana, recibieron sumas de entre USD 50.000 y 400.000 por dejar vaciar sus suelos. Este ‘boom dorado’ duró de 2019 a 2023, el tiempo que tardaron las máquinas en extraer todo el oro que había. Tenían que hacerlo rápido porque todos sabían que era minería ilegal.

Los pobladores de Shaim se llenaron de dinero: pudieron comprar autos de lujo, propiedades, se dieron excesos. Esta nacionalidad que tiene su propia lengua, su cultura y hasta su sistema de justicia, tuvo un encontrón con la riqueza de la minería. Pero ahora, cinco años después, no queda nada: ni el oro, ni los autos, ni los lujos; apenas su tierra destrozada.

Todo empezó así: se supo que sus orillas eran ricas en oro; entonces, gracias a la carretera recién construida que los comunicaba con la ciudad de Zamora, operadores mineros ilegales comenzaron a llegar a solicitar, de finquero en finquero, permiso para remover la tierra, especialmente los accesos al río Nangaritza, a cambio del 20% de oro que encontrasen cada tres días. Hubo lugares en los que se podía sacar hasta 1 kilo de oro, lo equivalente a USD 45.000, dos veces por semana.

Dominga Antun es la actual presidenta del centro de poblado shuar Tayunts. Fue también una de las personas que, a decir de ella misma, se embriagó de oro. Hubo algunos intentos de control por parte del Estado. El último y más grande fue en mayo de 2018, cuando los shuar de Tayunts sacaron su fuerza guerrera y quemaron tres camionetas policiales y retuvieron a varios funcionarios. Desde entonces, la minería ilegal pudo trabajar en relativa calma.

Entre 2019 y 2023, hasta los niños tenían dinero en lingotes de oro.

Hubo una invasión de comerciantes, que, a los nuevos ricos, les ofrecieron cantidad de cosas: salas grandes, juegos de comedor, parlantes último modelo, autos de lujo, motos, whisky. Todo lo que el dinero puede comprar. Se abrieron salones de comida, cambiando la costumbre shuar de compartir los alimentos en familia. También hubo prestamistas y familias de otras parroquias que llegaron a pedir dinero a los solventes shuar de Tayunts. Por esa carretera entraron también delincuentes y aumentaron los asaltos, robos a mano armada y riñas callejeras.

Para Dominga, el oro llegó como una tormenta, como una ráfaga veloz de viento, como un huracán. De salir a vender los domingos su producción de naranjilla para ganar USD 20 por costal, los shuar tuvieron en sus manos cientos de miles de dólares. El despilfarro en fiestas, autos, motos, viajes a la ciudad, altos consumo de licor, drogas, prostitución, los dejó en cero.

Cuando ya no se encuentra oro en los ríos, cuando se ha cernido casi todo, los operadores de las maquinarias pesadas se van retirando y, con ellos, los comerciantes, las tiendas, las discotecas, los restaurantes, los prestamistas.

Actualmente, Zurmi y Nuevo Paraíso, dos parroquias en las que se distribuyen las comunidades shuar de Tayunts, tiene un nivel de nivel de pobreza y pobreza extrema por servicios básicos insatisfechos de más del 90%, según el Censo del 2022.

¿Cómo se pudo deforestar más de 1.000 hectáreas de selva en menos de cuatro años bajo la vista de todos? Esta historia es narrada por sus protagonistas en los siguientes tres capítulos del podcast Redacción Sonora. Les invitamos a escuchar y entender por qué los shuar han llegado a la conclusión de que el oro es mal negocio porque no tiene semilla: es decir, cuando se consume una vez, desaparece para siempre.


Un trabajo de Redacción Sonora, puBlicado en alianza con Tierra de Nadie, La Barra Espaciadora, Bitácora Ambiental, GK y Ecuador Chequea. La postproducción estuvo a cargo Mediterráneo y Escalón Films.

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